ontamos en un autobús desvencijado rumbo a los Madriles.
Después de "diecinueve curvas y quinientas rotondas", nos vomitó, borrachitas perdidas, (sin haber bebido ni una gota, lo juro) en las mismísimas entrañas de la capital.
Y tras hacer un pequeño viaje en metro, salimos a la luz.
¡Estábamos en Gran Vía, solas... y con un montón de horas por delante...!
El teatro nos llamaba desde la distancia saludándonos con su atrayente bombín |
Después de entregar las entradas que llevaban en nuestro poder cerca de un mes, posamos cual rutilantes estrellas en el Photocall... |
Sobre el espectáculo solo decir, que no nos defraudó. Que cantamos, reímos, nos emocionamos y cuando las luces se encendieron nos miramos y nos dijimos... "¿Ya...?"
Fueron tres horas que nos supieron a poco. Supongo que eso dice por sí solo cuánto lo disfrutamos...
Y para matar a aquel que nos estaba matando, nos fuimos a cenar (ya lo sé, no digáis nada, pero una noche es una noche...)
"... Con la penúltima copa y
yéndonos por los berros de Übeda
yéndonos por los berros de Übeda
nos levitaba el bombín..."
En la plaza de Callao, recogimos a nuestro chófer y con desgana, pero un buen sabor de boca,... regresamos...
Ah, se me olvidaba. No fue una noche del todo perfecta.
Nos faltasteis vosotras...
"Más de cien mentiras", Sabina.