La vida es sueño

La vida es como una ola, un constante vaivén entre el sueño y la consciencia.

Mi mundo de plástico



Plasticosa" agoniza casi tan rápido como sus trabajadores.

La cosa ya no da más de sí. Hasta 3 meses sin cobrar son motivos suficientes para tomar medidas drásticas o de la índole que sean, me da igual...
Y la solución a llegado. Un ERE planea sobre nuestras cabezas llenándonos de incertidumbre.
Ahora que estoy a punto de pasar unos meses alejada de este lugar al que tan bien me adapté desde el primer día, se agolpan en mi cabeza los recuerdos que he acumulado en estos casi 6 años.
Recuerdo el día que empecé, ¡¡..que miedo tenía!!. Pensaba que no sabría hacer otra cosa que no fuera coser zapatos, y en unos meses me vi envuelta en la producción de cacharritos multicolor que alegraban mi vista cada mañana. No se si los trabajos nos hacen definirnos como personas pero, al entrar aquí encontré gente diferente y otra forma muy distinta de vivir mis horas de brega.
En este tiempo, me he reído como nunca (también he trabajado como nunca) y he estrechado lazos que será difícil romper.
Por todo esto me apena tanto que esta etapa llegue a su fin, yo, siempre con esta manía de encontrar algo a lo que amar en lo que me rodea, debo empezar a asimilar que mi tiempo de plástico ya pasó.

Pero no todo es tristeza, por el momento 6 meses de inciso en el mundo laboral me esperan.
¡¡...Preparaos porque tengo todo el tiempo para mi !!.
-¿Qué hacemos mañana chicos ?, ja, ja..

Y cuando pasen estos 6 meses comenzaré de nuevo a escribir mi destino, pero esa será otra historia.

Por el momento, comienza este cuento:

ERE-sé una vez...

II Aniversario





¡¡Felicidades, Bloggerín!!

Momentos para el recuerdo







amá y papá al final de
un estupendo día Toledano,
en el que todos disfrutamos un montón...



Y mientras tanto,
en algún otro lugar del planeta:





Hubo quien...
también se lo pasó en grande...

Lavando que es gerundio...



oy he estado a punto de atropellar a un anciano transeúnte que pasaba por la calle.

Repuesta del susto y del temblor de cuerpo, he decidido que... ya era hora de lavar el coche.




Susana:
-Frena!!
Yo:madre mía no le había visto, me ha cegado el sol...
Susana: sí, no se ve nada con el sol. Y ...con la mierda que llevas en el coche, claro...

Una de cuentos o ...realidades





n mi más tierna adolescencia leí este relato de un libro titulado "Crimenes ejemplares". No recordaba el título del libro ni el autor pero, gracias a "internete" y a una pequeña estrofa que guardé en mi memoria hace 18 años, he conseguido volver a leerlo.
Que lo disfruteis:

"Hacía un frío de mil demonios. Me había citado a las siete y cuarto en la esquina de Venustiano Carranza y San Juan de letrán. No soy de esos hombres absurdos que adoran el reloj reverenciándolo como una deidad inalterable. Comprendo que el tiempo es elástico y que cuando le dicen a uno a las siete y cuarto, lo mismo da que sean las siete y media. Tengo un criterio amplio para todas las cosas.Siempre he sido un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela. Pero hay cosas que no se pueden aguantar por muy liberal que uno sea. Que yo sea puntual a las citas no obliga a los demás sino hasta cierto punto; pero ustedes reconocerán conmigo que ese punto existe. Ya dije que hacía un frío espantoso. Y aquella condenada esquina abierta a todos los vientos. Las siete y media, las ocho menos veinte, las ocho menos diez. Las ocho. Es natural que ustedes se pregunten por qué no le dejé plantado. La cosa es muy sencilla: yo soy un hombre respetuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero cuando digo una cosa, la cumplo. Héctor me había citado a las siete y cuarto y no me cabe en la cabeza faltar a una cita. Las ocho y cuarto, las ocho y veinte, las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Héctor sin venir. Yo estaba positivamente helado: me dolían los pies, me dolían las manos, me dolía el pecho, me dolía el pelo. La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo café, lo más probable es que no hubiera sucedido nada. Pero esas son cosas del destino y les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que salí de casa, nadie podía suponer que se levantara aquel viento. Las nueve menos veinticinco, las nueve menos veinte, las nueve menos cuarto. Transido, amoratado. Llegó a las nueve menos diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados:
-¡Hola, mano!

Así, sin más.
No lo pude remediar: lo empujé bajo el tren que pasaba.
Max Aud.