hora, que andamos todos pendientes de la salud de Lorenzo, me animo a contar una anécdota que él protagonizó junto a su adorada hija "La Adoptada".
Hace mucho tiempo, cuando aún vivíamos aquí, Lorenzo y la Adoptada vinieron a casa. Alguien había caído enfermo aunque no recuerdo bien quien fue.
Por aquella época la Adoptada aún fumaba (bueno o alguien fumaba, no se quien) y después de un buen rato de charla decidieron salir a la terraza (la misma que sufrió un bombardeo de piedras hace un par de viernes, ja) a fumar.
Recuerdo que era invierno y hacía frío. Mamá, que no se había dado cuenta de que habían salido, pasó por la puerta y al verla abierta dijo para si misma:
-¿Quién ha dejado la puerta de la terraza abierta? ¡Con el frío que hace!
Y ya conocemos a mamá...
Cerró la puerta. Echó las cortinas. Cerró la puerta del salón. Entró en la cocina. Cerró la puerta y subió el sonido de la televisión porque "la pobre abuela no oía la novela" (ja, ja).
Mientras, en la terraza, el cigarro se consumió y se decidieron a entrar.
-Uy!, la puerta está cerrada.
¡¡¡tic, tic, tic!!!
-¡Adela!
¡¡¡toc, toc, toc!!!
-¡Adela!, ¡Adela!
¡¡¡pom, pom, pom!!
Los dos inquilinos de la terraza perdieron los nervios y los gritos se oían en toda la carretera.
La pobre vecina que pasaba por la calle en ese momento (años después me casé con su sobrino) giró la cabeza acojonada con los alaridos que salían de la terraza:
-¡¡¡Tu suegra es tonta!!! ¡¡Pero es que no nos hecha en falta!!!
-Señora!!, señora!!, por favor!!
Tres minutos después sonaba el telefonillo:
(Mamá)- ¿Sí?
(Tía de Alí)- Adela!! que hay unos señores en tu terraza pegando gritos!! Dicen que los has dejado encerrados!!
(Mamá)-¡¡¡¡...Uuuuuuuuuuuhhhhhhh!!!